Sunday, July 04, 2010

El Diablo

El día que el Diablo subió a la tierra era uno de esos de verano, polvosos y ausente de aire, ardientes como la naturaleza del sol.

Iba vestido de botas y sombrero vaquero, una gran hebilla plateada con la figura de un demonio con todo y cuernos, sus pantalones de mezclilla perfectamente planchados, sin arrugas ni polvo, camisa de cuadros con botones blancos sin ojal de esos que se abrochan con presión, así iba el Diablo, con la cabeza en alto viendo siempre al norte, caminando siempre al norte, no importaba si terminaba el camino, atravesaba paredes, cerros, coches, todo ( a final de cuentas es el diablo ¿no?)

Juraría que su vista viajaba mas allá de las montañas y del final aparente de la carretera, mas allá del aire y del río, nada estaba oculto para él, nada era nuevo, todo conocía y todo controlaba.

Solo que había algo que no encajaba, o mas bien yo no entendía, no entendía el porque estaba aquí en mi tierra, mi lugar, que había de especial aquí como para que su majestad Don Satán pisara mi suelo, respirara mi aire, eso me intrigaba, y por mas que le di vueltas a la cabeza no obtuve respuesta, solo presentimientos que iban desde la llegada del Apocalipsis hasta que un niño se había portado mal y estaba aquí para darle una lección.

Algo que también me sorprendió era que no sentía miedo, no como cuando niño, ahora solo era curiosidad, solo eso, aunque si existía un respeto hacía él, pues vaya que vivir una eternidad no es cosa fácil, y no iba a llegar de buenas a primeras a enfrentarlo para que despejara mis estúpidas dudas sobre su visita, no me parecía lo correcto, no me quería arriesgar a hacerlo enfadar y que me mandara de una buena vez al infierno, o tal vez solo me diera seis meses de mala suerte, no me quise arriesgar, así que opté por sacar mis conclusiones.

Pensaba y pensaba, imaginaba y veía, hasta que se iluminó mi cabeza, de mil pensamientos por minuto apareció uno que me llamaba y no quería irse, de esos que se aferran a tu mente fuertemente sin importar que no sean aceptados, entonces deduje que el Diablo había subido a la tierra justo en este lugar porque en realidad existe un Diablo por región y solo era un chequeo de rutina, de observar a su gente trabajando y de dar uno que otro susto, así que era mi Diablo, el Diablo que nos regía a todos los habitantes de este pueblo, y así como él pues existían muchos en cada parte del mundo, y hasta los imaginaba vestidos de mojes tibetanos, de árabes , de tarahumara, era por eso que este Diablo andaba vestido muy vaquero y hasta apostaría que le gustaban las canciones del Piporro y la música norteña.

Esa fue la respuesta, así que no dudé y la tomé rápidamente, enseguida llegó esa paz sublime que te otorga el conocimiento, lo malo ahora era que no podía gritarla ni pregonarla, era solo para mi, y aunque lo intentara, de mi cuerpo no salía ni voz ni ademanes, mucho menos podía escribir, y ahí esta parado en la banqueta enfrente de la tiendita de Don Nicolás, todavía con el envase vacío de refresco que iba a comprar antes de verle, una ráfaga de aire frío acaricio mi espalda y cuello, el Diablo volteo a verme, de su rostro sellado de arrugas y nostalgia salió una sonrisa, luego continuo su andar hacia el norte, en ese momento recuperé el habla.

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